Mirar no es ver, ni oír es escuchar. Desde hace un tiempo prudencial se habla de lo que sucede en la pista de las competencias del automovilismo del Atlántico.  Es casi reiterativo, y a nadie escapa lo que se habla en boxes y en cada pasillo del automovilismo lugareño. Obviamente, no todos le dan el mismo sentido a las mismas palabras. Entonces así ocurren las cosas. Un claro reflejo fue la última carrera, en el autódromo “Juan Manuel Fangio”, de Balcarce. El guardarraíl al pie de la sierra “La Barrosa” no perdona. Nadie escapa a esa regla.

Las palabras son frías, no tienen matices y cada uno las interpreta a su manera. Seguramente por eso, la comisión directiva de la categoría Monomarca Fiat, una categoría que es una cantera de exportar talentos a nivel nacional, convoca a una reunión exclusivamente a sus pilotos para el próximo miércoles.

Se podrían decir muchas cosas. Este no es el momento. Cada quien tendrá su reflexión. Una autocritica profunda, asumiendo la responsabilidad que corresponde. La categoría Monomarca Fiat está ocupada y preocupada. El automovilismo del Atlántico es una vidriera muy grande. Es formativa y una gran plataforma formativa. En Balcarce hubo muchas maniobras defensivas, reiteradas por si fuera poco, rayando el límite de lo permitido, hasta que se produce lo previsible: detrás de cada curva el peligro acecha, está agazapado.

 

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